12/15/2006

instrucción-integración

Comprendernos como entidades complejas e interligadas a cada instante con todo alrededor, ser ese alrededor; ser infinitos es nuestra naturaleza, menos el límite que nos autoimponemos. Integrarse apunta a una cualidad innata de observación sin apego ni juicio, y es tan natural y tan fácil que lo único que se requiere es un espacio ventilado fresco y cálido. Tendidos boca arriba sentimos como se apoyan nuestros talones en el suelo, como se estiran nuestros dedos de los pies y buscamos el espacio entre ellos soltando esfuerzos innecesarios, prestamos atención al apoyo de nuestras pantorrillas, al espacio bajo las rodillas, a los muslos y el contacto con la tierra, al peso de la cadera, a la curva de la baja espalda, al lugar donde la espalda toca el suelo y a como apoyamos las costillas, como sentimos las costillas en el centro y los costados, atendemos el apoyo de nuestros hombros, su conexión con las clavículas y los brazos, con las manos que apuntan hacia arriba, oservamos sin juicio el apoyo del cuello, su pequeña curva y el espacio entre esta y el suelo, el apoyo del cráneo, soltamos la mandíbula, los ojos y nos relajamos, soltamos por un momento la atención vigilante que nos permitió darnos cuenta de nuestro cuerpo; este es un primer nivel, como una puerta de entrada a nuestra corporalidad infinita, podemos seguir profundizando en nuestra atención a la respiración, en nuestra coniciencia osea y articular, a los bloqueos o areas ciegas a nuestra propiocepción, podemos investigar en nuestra sensación del suelo, seguir derritiendo nuestros apoyos musculares hasta quedar tendidos pegados al suelo. Las posibilidades son inifinitas.

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