12/11/2006

erudición

Misterio de los libros que nos tocan, llegan , leemos, compramos, recibimos, regalamos, perdemos, dejamos inconclusos, releemos, tantas cosas y posibilidades, casi como tantos libros, como si los libros fuesen alguna forma inteligente y muy personal de vida, una vida propia y extrahumana alimentada de sombras soñadas por hombres, habitados por personajes y aventuras extraordinarias, libros y textos, más bien, fuentes inagotables desde donde mana el entendimiento relacional de las posibilidades humanas pero sin ser necesariamente humanas y sin ser absoltamente sombras ni sueños ni vigilias. Presentados como un océano o una construcción babélica, demonizados, divinizados, idolatrados y detestados, las posibilidades y pocisiones del libro y de lo escrito sobrepasan con cada instante las más desbocadas imaginerías, por esta razón, ahora, preguntarse inquisidoramente qué debe leer una persona, algo así como qué música escuchar o qué películas ver, se desdobla en una literatura proclive a la recomendación metafísica, libros que invitan a la contemplación bucólica y pacífica del libro de la vida y la naturaleza, nada nuevo, nada opuesto al libro, qué podrá oponerse al avanze inexorable de una comunicación ilimitada que ya empieza, despacio y con seguridad alarmante, a dejar de depender del formato fáctico y clásico conocido como papel? el futuro del libro es cierto: su museización, el fruto de los textos y escritos (y escribidores, claro) eso, irónica y circularmente, desde una concepción telognómica de la lengua y sus productos, es Maktub, ya está escrito.

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