10/13/2008

Arroz integral, agua, prana y el sabor del semen


De todo podemos aprender. Todos podemos aprender de todos, también es cierto. Cuando dejamos de aprender nos vamos volviendo viejos y secos hasta que nos apagamos en un fin terible que no es la muerte sino la certeza de estar sumidos por la duda, la ignorancia, el miedo. Entonces empieza el miedo a la muerte. Mientras más aprendemos para descubrir qué sabemos nos damos cuenta que el temor y la duda sólo se sobrepasan con valentía arrojo y fe en nuestras propias capacidades infinitas de aprender a ser de nuevos modos. Eso que se ha dado en llamar plasticidad neuronal surge victorioso antes como nuestra plasticidad corporal. Conocemos muchas historias de ancianos que han rejuvenecido sus cuerpos gracias a las dietas y el deporte. Y esos fenómenos están empezando. Ahora la dieta ecológica definitiva es una de los llamados "pránicos", personas de la tradición hindú que se sustentan de la luz, de la energía de la vida que fluye por el planeta. Estas personas no requieren consumir líquidos y "ascienden" a planos ulteriores de conciencia y a comunicarse con entidades divinas. Pero nuestro mundo hoy es algo más desafiante, vivir de luz en vidas monásticas y retiradas del mundo es egoista. Talvez estos pioneros son destellos de lo que vendrá, pero hoy resulta necesario un compromiso, estar con otros para que todos juntos nos transformemos. Resulta interesante, en el caso masculino, que los efluvios generativos y energéticos, nuestro semen, dependa de cómo nos alimentamos. Ciertamente que nuestra dieta habla de quienes somos. Pero para dejar de comer es escencial primero aprender a comer. Y ese debiera ser el primer paso. Luego de esto, sentir ki, prana, energía vital, en fin, sentir el alme del mundo del que somos parte, nos ayudará a dar el salto para que talvez algún día seamos todos pránicos.

10/07/2008

Insondabilidad inescrutada


Los dragones están con nosotros en este instante, todo el tiempo pueden surgir de entre la niebla de la confusión y sorprendernos con su insondabilidad, con su mienaria presencia. Han estado siempre acá, nunca han no estado. Verlos es estar presente. ¿Cómo aprendemos de ellos? pues si nos relacionamos con eso que está siempre presente como algo continuo indiferenciado de nosotros no hay nada que aprender, sólo es y ya está. Vamos por parte. Desde inmemoriales tiempos las culturas han observado la posibilidad de sincronizarse con los ciclos del planeta, y en la medida que esa sabiduria de conexión y sincronía aumenta se ha vuelto más profunda en su sincronía con el universo. La identificación de la sabiduría con animales que están de un modo natural y profundo en conexión con los ciclos vitales de la realidad -tanto de su realidad como de la realidad aparente del universo externo- es una visión certera de que si somos lo suficientemente abiertos y atentos podemos aprender de cualquier circunstancia. Para cada situación de aprendizajes un modo distinto, para eso el aprender del mono, la grulla, el condor, la tortuga, el lobo, el oso, el puma, el león, el dragón. Especialmente el dragon, cómodo con su longevidad, solitario trueno que une el cielo y la tierra. También se pueden relacionar las variaciones temporales de las estaciones con características animales, pero vaya, eso es demasiadas convergencias.