12/22/2006

apuntes demediados

¿Qué es el mal y el bien, están tan indisolublmente ligados? aprehender un concepto por opocisión nos relaciona directamente con nuestras maneras de observar cualquier fenómeno como distinto y distante, como posible dentro de una imposibilidad o nada basta que da cabida así, desde la irrealidad, a lo que sucede. Si existiera un ser omnisciente, un altísimo, un dios creador, ¿cómo podría haber algo en opocisión a eso? en fin, ya ahora es imposible para algunas personas cambiar sus concepciones bipolares y en constante opocisión de lo real, concepción que arrastra nociones de belleza y fealdad, de error y acierto, de azar incluso. Talvez el incesante transcurrir del día y la noche nos obligaron a la traslación de conceptos binarios a nuestro pensamiento emergente, las matemáticas se hacen con binarismos, la reproducción gametogénica también involucra dos partes complementarias que excepto en la concepción -cuando están siendo complementarias- se comprenden, al menos en su mayoría, como dos "otros" - no empezemos con los viejos lios de feminismo y machismo, qué peor-. Pero así, cómo respondemos qué es bien y mal, por qué surge una noción obtusa y confusa como un ente "encarnación del mal", un lucifer cachudo y colilargo que representa todo lo desviado, la pasión, el odio, la mentira. Pero la mentira es una clase de mal diferente, un mal "humano", un error corregible, pero error al fin y al cabo desde que supone expulsión del paraíso, o más claramente: la mentira es la manera en que el hombre se relaciona con el conocimiento, con la ciencia como herramienta perfectible para conocer el bien y el mal. Así, la ciencia está condenada a mentir sobre sí misma para poder hacerse y desarrollarse; la ciencia y la actividad humana, desde el lenguaje desterrado del paríso hasta el arte, las técnicas de dominio sobre la naturaleza y la procreación, serán mentiras -errores- atribuibles al hombre. Pero el mal, sí, EL MAL, ese mal luciferino de ángel caído, el mal terrible de quien se opone - no simplemente desobedece, como inocente malcriado- sino que se rebela y juzga a Dios, lo enfrenta y critica casi como si ese ángel bello fuera una especie de conciencia divina, o en otras versiones, una especie de parte del gran plan; debía caer un ángel para que naciera un ser capaz de encarnar las potencias de la perfección y la crítica. El mal es crítico, es duda medular, es autoexamen lúcido y constante, es prueba y opocisión. El mal se encarna naturalmente en nosotros, por eso no lo tememos. Tememos lo sagrado, el lugar y espacio de nuestro cuerpo, el daño a nuestro ser -síquico espiritual y físico- por esto la religión organizada promulga los castigos y suplicios del alma a quienes caminen el sendero del mal, a los que toquen ese pedazo divino que es la lucidez y la rebelión justa y necesaria; y los rebeldes, los vanguardistas disconformes, son por lo general castigados e incomprendidos, vilipendiados en sus juicios y nunca escuchados. La ciencia divina no puede escuchar al mal, le queda expulsarlo, circularmente, para que cuando transcurra el tiempo ese mal pueda ser incorporado en la mentira humana del conocimiento. Vaya, si existe un cabrón Dios creador debe estar desternillándose de la risa. hasta las lágrimas.

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