1/29/2008

hay que salvarla


Hoy un grupo de comprometidos feriantes se instaló en el bandejón central de la alameda bernardo o´higgins para invitar a los afortunados paseantes una porotada. Ejercían y exigen su derecho ciudadano a organizarse y educarse. Por el bien de una tradición, de casi un millon de familias que dependen de la pequeña distribución de sus productos en el microcomercio (aunque esta caracterización del comercio les venga impuesta por el sistema de mercado que las está depredando) los comerciantes resisten para las futuras generaciones y para el ahora. Sí merece la pena pensar que en el futuro se podrá pagar un kilo de tomates y recibir instrucción de parte del "casero" de cómo combinarlos para aprovechar sus características nutritivas y que cualquiera se podrá enterar de las propiedades del licopene através de bien informados y pensantes comerciantes que además nos proveerán de productos frescos, orgánicos. Pero vamos, seamos honestos, cualquiera puede darse cuenta que eso Es ahora, que sabemos, y que peormente, los asesinos de las ferias libres también saben. Pero entonces vale más la pena preguntarse ,¿quién quiere que no sepamos, y quién quiere que sepamos qué.? La instrucción general si bien acarréa beneficios supone lugares de lucha y rebelión aun impensados. El futuro de las ferias libres que idealizamos ahora no es el futuro, es la visión de desarrollo sustentada por el ahora. Una opción real de futuro sería una integración de las ferias y del comercio en la educación y no su contrario, que es hacer la educación un parásito o rémora de los feriantes, donde la instrucción les persigue o persiguen la educación sólo al verse agobiados por una situación terminal. Entonces pensar el futuro involucra pensar el modelo de desarrollo, pensar y disolver, sacar la educación de claustros y hacerla real, potente, participativa, transformadora.

1/07/2008

los privilegios de la lectura


De mis estudios sobre la literatura hispanoamericana realizados en la universidad de chile puedo decir que aprendí y aprhendí a leer. O más bien, aprehendí de los placeres de la lectura y aprendí los privilegios de la(s) lectura(s). Pero vamos por partes. Tan imberbe e ignorante como al salir de educación media mis compromisos emocionales me llevaron al estudio de las letras como única posibilidad de progreso y transformación en mi condición de ese entonces. Con 19 años llegé a la casa de bello. Nada que aportar más que una ínfima biblioteca de la que entonces estaba muy orgulloso -pensaba que haber leído unos 2 mil libros y además mi bilinguismo significarían algo-. Pero me dí de narices con un "establishment" académico tan cerrado sobre sí mismo que no me quedó otra posibilidad que acatar y desafiar solapadamente a los mpocos que se interesaban en un verdadero desarrollo con abtrusas preguntas de buscador de la verdad en un lugar que sólo se dedicaba a coleccionar libros. Pero, eso sí, me mostraron como transformar mi experiencia de la lectura en algo infinito y delimitado a lavez. Delimitado por mi propia capacidad y enciclopedia, infinito en la medida del progreso posible y el desarrollo de la comprensión. Y eso estuvo bien.