1/07/2008

los privilegios de la lectura


De mis estudios sobre la literatura hispanoamericana realizados en la universidad de chile puedo decir que aprendí y aprhendí a leer. O más bien, aprehendí de los placeres de la lectura y aprendí los privilegios de la(s) lectura(s). Pero vamos por partes. Tan imberbe e ignorante como al salir de educación media mis compromisos emocionales me llevaron al estudio de las letras como única posibilidad de progreso y transformación en mi condición de ese entonces. Con 19 años llegé a la casa de bello. Nada que aportar más que una ínfima biblioteca de la que entonces estaba muy orgulloso -pensaba que haber leído unos 2 mil libros y además mi bilinguismo significarían algo-. Pero me dí de narices con un "establishment" académico tan cerrado sobre sí mismo que no me quedó otra posibilidad que acatar y desafiar solapadamente a los mpocos que se interesaban en un verdadero desarrollo con abtrusas preguntas de buscador de la verdad en un lugar que sólo se dedicaba a coleccionar libros. Pero, eso sí, me mostraron como transformar mi experiencia de la lectura en algo infinito y delimitado a lavez. Delimitado por mi propia capacidad y enciclopedia, infinito en la medida del progreso posible y el desarrollo de la comprensión. Y eso estuvo bien.

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