Si nos preguntamos seriamente por la historia de la educación, ineluctablemente caemos en que la educación se relaciona con una transformación, con un cambio y un progreso. Elidamosnos de concepciones tan básicas como pensar la educación en su sola dimensión de pedagogía (que es educar o encausar el camino a los niños) y pensemos en educar para el desarrollo humano, para que las falsas esperanzas caigan, para que las preconcepciones materialistas y reforzadoras del ego se disuelvan. Pensemos la educación como una posibilidad real y al alcance de toda persona común para progresar, para ser mejor hombre. No por una cuestión de beneficio personal, no por un plan divino, sino por una realización y un derecho natural a todos los seres humanos. Si pensamos así, creo que la primera educación con este énfasis en el mundo será la religión no teista presentada por gautama, el muní o sabio de los shakyas, hace más de 2500 años. Pensemos también en el paralelismo espiritual conjunto que nace con el pensamiento organizado y sistemático en grecia -pensamiento también desmarcado de las religiones organizadas-. Estas coincidencias no son una curiosidad, sino una actualización de las posibilidades humanas sin parangón y que fluyen subterraneamente pujantes desde las vertientes occidentales y los monaquismos y gimnosofías orientales. Ya he comenzado mi expocisión
«En memoria de mí mismo», de Paul Auster
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Traducción de Juan Carlos Villavicencio(1947-2024)Simplemente haber
parado. Como si pudiera empezardonde mi voz se detuvo, yo mismosoy el
sonido de una pal...
Hace 16 horas
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