8/16/2007

la muerte de un maestro

Había dedicado su vida al dharma, las enseñanzas de la naturaleza propugnadas con valentía por su maestro el gran guerrero diamantino. Lo que enseñó era más antiguo que cualquier idea filosófica, una visión no teista de las realizaciones espirituales. Yo lo amaba, con distancia y celo, de un modo egoista, pues bien, es cierto, quería que se quedara para siempre, pero su mejor lección fue haber partido con esa iluminación súbita. Quizá qué pasará en el próximo instante. No está resuelto, sólo queda flotar en la corriente positiva de dedicarnos al bienestar de los demás con valentía y arrojo como lo hacía él, viajando constantemente por el mundo, donde se le requería para entregar su sabiduría brillante y profunda. Su partida nos unió como sangha más allá de lo que podemos realizar hoy. Su recuerdo está tibio y presente. Los dralas de shambala llenan la casa con su presencia, él está practicando ahora, inseparable de su guru perfecto. Si para alcanzar la iluminación es necesario un maestro perfecto qué bueno que tuvimos a Simón

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